Desde el principio nosotros trabajamos con la línea de las comunidades eclesiales de base. Se trata de una iglesia comprometida con la realidad que vive el pueblo. Habíamos aprendido ese método en San Miguelito, Panamá. porque antes de venir acá nos quedamos unos meses en San Miguelito, Panamá donde estaban trabajando con este método de las comunidades eclesiales de base. Pues se trataba de ir haciendo pequeñas comunidades, gente que se reune para reflexionar a partir de la sagrada escritura pero siempre haciendo la relación con su propia vida y con la vida de su pueblo. Evidentemente esto lleva a un compromiso.  Uno como cristiano no puede estar de espaldas a lo que se vive en este pueblo. Se trata de contribuir con su práctica para que esta situación pueda cambiar, pueda transformarse, para que toda la gente tuviera una vida más digna, más humana, y evidentemente trabajando de esta manera muchos de nuestros cristianos se integraron a las organizaciones populares que estaban surgiendo a principio de la década del setenta, porque yo llegué aquí al país en abril de 1970. Entonces, muchos de nuestros cristianos eh..se organizaron y de esta manera nosotros también teníamos mucha relación con la gente organizada y con las organizaciones populares. Por esa relación sufrimos un poco la represión que era pan de cada día para todo el pueblo. Recibimos amenazas a muerte de parte de los escuadrones de la muerte. Fuimos asaltados una vez en nuestra propia casa. eh…Parecía un robo pero no era un robo sino que querían saber si nosotros teníamos armas en nuestra casa. Bueno, al vez alguna gente nos habría acusado que estos padres sí tenían armas en su casa.  Nosotros nunca hemos tenido nada de eso, va. Nuestro trabajo siempre ha sido trabajo cristiano, trabajo pastoral. Siempre hemos hecho conciencia y hemos motivado hacia una..un compromiso cristiano con el pueblo. También en 1980 ya habían asesinado a Monseñor Romero. [¿usted alcanzó a conocerlo?] Sí, yo conocí muy de cerca de Monseñor Romero, un hombre ejemplar. Bueno, muy sencillo, un hombre muy humilde, incluso un tanto tímido, pero su vida fue toda una evolución podemos decir que en un momento dado se convirtió en la voz de los sin voz y no falló en este compromiso hasta la entrega de su vida. Para otros fue un perídodo muy interesante poder trabajar con un obispo como él, alguien como Monseñor Romero y por ese trabajo de concientización y por esa cercanía a las organizaciones populares y porque nuestra casa muchas veces servía de lugar de reunión para la gente comprometida, nuestra casa fue dinamitada y suerte que nosotros no nos encontrábamos en la casa.  De noche no dormíamos en la casa. Sentíamos que había problemas. Entonces que era mejor ir a dormir en casa ajena aunque me acuerdo que esta misma noche yo tenía ganas de quedarme porque cuando uno va a casa de un amigo lo menos que puede hacer es adaptarse a la vida de la familia, mientras que cuando uno está en la casa, tiene todavía oportunidad de trabajar. Tiene sus libros a la mano. Está más cómodo prácticamente uno en su propia casa como se puede entender. Entonces yo había dicho que mejor nos quedamos hoy. Todavía no va a pasar nada, pero mi compañero en aquel tiempo, un sacerdote belga también, decía que no porque si sucede suceda algo sería una grave irresponsabilidad de nosotros de no tomar las medidas necesarias de seguridad y por suerte salimos y dinamitaron la casa, porque si hubiéramos quedado hubiéramos muerto porque fue una bomba que destruyó prácticamente toda la casa. Entonces sentíamos ya cerca el peligro y pensábamos que no era conveniente seguir trabajando en San Salvador.Y entonces yo tenía dos alternativas, o bien salir del país para integrarme a la solidaridad con nuestro pueblo o bien ir a un frente de guerra y con los contactos que ya teníamos con los líderes de las organizaciones populares e incluso de las organizaciones clandestinas pues eh a través de ellos teníamos sí esa oportunidad de trasladarnos a un frente de guerra para seguir trabajando  como  sacerdote, seguir haciendo pastoral acompañando al pueblo y es así como llegamos a Morazán y hemos podido acompañar al pueblo durante toda esta época de guerra. Evidentemente para mí una vida totalmente diferente. Cuando uno está en una vida normal, bueno, tiene sus comodidades, Tiene su camita, tiene su comidita a tiempo. Bueno, no le falta nada pero cuando estuvimos acá, bueno, ya en el frente tuvimos que adaptarnos a otro estilo de vida, dormir bajo el cielo azul, acostarnos sobre un nylon, comer todos los días lo mismo prácticamente, unas tortillas un poquito de frijol, va,   Y por el peligro que había en esta zona nos tocó caminar muchas veces días y noches, hambriar, aguantar lluvia, aguantar frío, pero curiosamente uno se adapta a esta vida, se acostumbra a vivir de esta manera.  En los primeros meses sí, fueron duros para mí porque mi cuerpo tenía que adaptarse a esta nueva situación, pero ya luego me adapté y no me enfermé para nada y pude experimentar qué feliz puede ser uno teniendo tan poco, Pero luego olvidamos la lección y bueno pues las mismas circunstancias, uno necesita carro, necesita esto, necesita lo otro, bueno.  Pero en realidad se puede ser muy feliz teniendo poco. La felicidad está en el compañerismo, en aquellos ideales que compartíamos pues en aquella convivencia bastante fraterna, bastante cercana, entre todos y todas . Que estábamos aquí en un proceso de lucha, un proceso que podemos llamar revolucionario buscando la transformación radical de la sociedad.

 

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