Me llamo Cesar Agusto Cheteimax ese es mi nombre y tengo cuarenta y ocho años de edad. Yo les voy a platicar un poco de algunos asuntos de, por ejemplo, cuando yo era niño. No sé, me gusta más recordar esa etapa. Porque ya despues más joven a veces hace uno cosas que no quiere recordar. Entonces, yo vivía en una.. en una … yo viví, crecí en una aldea que se llama Santa Ana. Está aquí en el sur de, está en el sur de, de la ciudad de Antigua. Era antes, era una aldea muy pequeña, muy bonita. Recuerdo mucho con cariño esa, ese lugar porque yo allí crecí y me gustaba porque vivíamos en una finca donde hay café. Tenía , mucho campo para, para jugar con mis amigos. Nos gustaba subir a los árboles, cortar cortar naranjas, cortar aguacates, y todas las cosas así en la vida en el campo ¿verdad? Como ahí está, usted ha visto, ahí están unas montañas ahí. Entonces, teníamos ah..teníamos como costumbre con mis amigos nos juntábamos los días sábados porque los días sábados no..no estudiábamos. Entonces nos juntábamos ahí a..nos juntábamos con los amigos los días sábados y nos íbamos a,a la montaña a traer leña, porque nuestra madre cocinaba con leña, sí. Entonces nosotros íbamos, hacíamos esos viajes a la montaña para ir a traer la leña. [¿cuántos años tenías?] Tenía en ese tiempo, tenía yo, tenía diez años, once, doce. Esa esa etapa ¿verdad? sí y era muy alegre porque aunque era un trabajo ¿verdad? en parte, pero también era una diver.., lo tomábamos como una diversión ¿verdad? Llevábamos, llevábamos una bolsa que aquí en Guatemala le llamos costal, ¿verdad? De ahí llevábamos, nuestras madres nos ponían comida ahí porque en eso nos tomaba más o menos unas seis horas, ir desde la mañana y regresar y encaminábamos por la montaña ahí como éramos, a veces nos íbamos seis, a veces ocho, ¿verdad? Solo nosotros los niños ¿verdad? de todos de esas edades.
Entonces, también nos gustaba porque llevábamos lo que aquí en Guatemala le decimos Honda. Honda es una [ok, Honda] Sí, en español es Honda. Entonces era para matar los pajaritos ¿verdad? Pobrecitos. Sí, entonces, después cuando ya llegábamos al lugar donde íbamos a buscar la leña, entonces hacíamos a.. Dejábamos ahí nuestras cosas. Entonces ya nos internábamos entre la montaña y empezábamos a buscar leña. [¿y eso era la leña que se había caído o…?]. Leña que encontrábamos caída y también ramas secas en los árboles. Cuando había alguna rama seca nos subíamos y cortábamos la rama y luego abajo, pues, la hacíamos leña, piezas de palo como, así más o menos. Entonces, poco a poco íbamos juntando y ya cuando teníamos más o menos a una cantidad como. como así ¿verdad? que era lo que aguantábamos porque teníamos que traerlo a la espalda de regreso ¿verdad? Entonces, ya lo juntábamos y amarrábamos bien. Entonces, ya juntábamos fuego y calentábamos la..calentábamos la comida. Eso era muy divertido, sí. [¿Eso no era tierra de nadie, no pertenecía a nadie?] Bueno, las esas, montañas les llaman municipales, ah pero ahí la gente..ahí, todo mundo podía ir a..En aquellos tiempos ¿verdad? que los árboles había todavía muchos, pues, no era no era problema. Además ninguno cortaba, pues, así, árboles, sólo ramas secas [¿y ahora cortan los árboles?] Ahora, ahora sí. Usted mira, esas montañas ahí ya no tienen, no tienen casi árboles ¿verdad? [da tristeza] porque se los han terminado. Pero también una parte de esas, una parte de esos, de esos viajes allá a la montaña que me gustaba mucho es que había un, así, en una, una de las montañas ahí, en una..una ladera así ¿verdad? había un árbol grande grande y de ese árbol colgaba un, un bejuco. Sabe lo que es un bejuco ¿verdad? [Sí, sí, lo que usaba Tarzán] Exactamente, sí. Había un bejuco que, como de este, como de este grueso, ¿verdad? Entonces como la ladera estaba así, el árbol estaba, digamos, aquí. Entonces, esto estaba aquí para abajo, como así ¿ verdad? Entonces, el árbol estaba aquí y el bejuco colgaba aquí. Entonces, nosotros eh, nos turnábamos ¿verdad? con los otros, con los otros muchachos y nos agarrábamos del bejuco. Entonces, ahí uno atrás nos empujaba y nos íbamos así, como que era Tarzán…
[¿Y nunca se cayeron?] No, no. Pero una vez jugando así, eh, botamos un niño porque ese..el viaje del bejuco así, tal vez de, de donde estaba el árbol para donde se iba el bejuco, tal vez eran unos 20 metros y claro, al llegar así, allá eso estaba, quedaba muy alto ya para donde estaba el camino ¿verdad? Entonces, después regresábamos. Cuando regresábamos donde estaba el árbol, alguien nos agarraba ahí para ya quedarnos ahí. Pero esa vez íbamos tres, yo y un mi hermano y otro niño. Entonces, cuando al niño le tocó su turno, cuando él regresó, nosotros teníamos que agarrarlo para que el descansara pero no quisimos que descansara sino lo volvimos a empujar. [¿y qué pasó?] y entonces lo empujamos tal vez unas cuatro veces y él decía -ya no, ya no, y la última vez que lo empujamos cuando llegó allá se soltó. [¿era amigo de ustedes?] Sí. Entonces él, él se cayó. Entonces, de la altura de la que el cayó al suelo, tal vez eran unos…ay, decimos unos 15 metros, sí, pero él donde caía..ahí, había tierra solamente. Pero cuando él cayó al suelo, nosotros nos asustamos y bajamos corriendo para ver donde él había caído porque ya no, ya no habló. Ya no dijo nada y nos asustamos porque pensamos que tal vez se había muerto, sí. Y asustados y ayudarle, a darle aire soplarle y él, nada, sí. Entonces, fue un susto muy grande. Me recuerdo que mi hermano empezó a llorar ahí sobre él, que despertara y moverlo y, incluso empezó él así a, a rezar, como se dice aquí, ¿verdad? para que él volviera. En eso, pues, empezó a moverse y le dimos, y le dimos más aire. Entonces fui ahí, cerca pasaba un río, un pequeño río y fuimos a traer agua y le dimos agua para que él tomara. En eso volvió ¿verdad? ya nos sentimos [¿no se quebró nada no se…]. No. No, solamente se hizo un golpe aquí, nada más, sí, pero no, no era nada. [¡qué milagro!] Sí. Entonces él, cuando él volvió en sí, entonces él empezó a llorar, sí, y dijo que se iba a quejar con su papá, y teníamos miedo del problema que se iba a hacer con los papás de él y los de nosotros ¿verdad? y entonces le dijimos que le íbamos a regalar dos quetzales, para que no dijera nada en su casa. Dos quetzales en ese tiempo era, pues eso era mucho dinero para un niño ¿verdad? de diez , doce años. Entonces esa, esa historia, pues, siempre me recuerdo yo ¿verdad? porque me recuerdo, porque fue un susto muy grande que nos dimos.